neurona noctura + horario diurno = sam arrastrado

Hace unos años pasé a ser, sin darme cuenta, una persona de mañana. Me levantaba temprano, me acostaba temprano.
Fue un cambio que me pilló tan por sorpresa que alguien tuvo que ponerme sobre aviso porque yo ni me enteré. Cuando me lo dijeron caí en la cuenta que, sí, de repente vivía de día como las personas normales. Viniendo de mi vida nocturna como estudiante universitario, entre proyectos de informática y videojuegos, fue un poco impactante.
Ahora estoy en una situación parecida, porque he vuelto a ser una persona de vida nocturna y no tengo claro cómo ha sido el cambio.
En el último año, cada vez me cuesta más levantarme temprano. Tanto, que he tenido que instaurar los domingos sin despertador, donde me levanto cuando ya no puedo dormir más. El problema es que no tengo límite, y tengo que tirarme a mí mismo fuera de la cama a las doce porque si no soy capaz de pasarme todo el domingo durmiendo. Y posiblemente más.
Necesito dormir más, y no sé por qué.
Y no sólo es mi inesperado y sorprendente recelo por salir de la cama lo que me ha pillado a paso cambiado. Está el cambio en mi actividad y energía a lo largo del día. Durante el día me voy arrastrando, a veces literalmente. No importa si me inyecto cafeína en vena, me jinco una garrafa de té, mastico azúcar o si aprovecho el viaje en tren para dormir (paliando las posibles horas de sueño perdidas) o jugar (lo que activa mi cerebro, especialmente en juegos como Fantasy Life y la multitud de cosas por hacer cada vez que piso Reveria. O sea, demasiao); hasta que no llego al mediodía no empiezo a despejarme. Y a partir de entonces, a full. Por la tarde estoy bien, y por la noche lo doy todo aunque sean las once de la noche y esté muerto. (Cosa que pasa porque me levanto a las seis y porque suelo ir al gimnasio y eso quieras que no consume.) Por mucho que canse el cuerpo, la neurona sigue ahí, activa, incapaz de calmarse lo necesario para dormirme lo suficientemente rápido como para que el sueño sea útil y reparador.
Mi ritmo de vida tiene unas reglas horarias a las que mi cuerpo se resiste, y esto no va a acabar bien.