Este fin de semana tenía que bailar tres veces. Una vez era en clase de bollyzumba, y las otras dos era en público.
Hay algo que me provoca pánico de bailar en público, y es mi capacidad de perder el control. Qué queréis que os diga, puedo hacerlo mal o puedo hacerlo peor, pero al menos lo doy todo. Y eso es lo que me preocupa, que cuando estoy bailando no es que me parezca mal, pero cuando para la música me asaltan toda la culpa y se me hace duro sentirlo como disfrutado. Así que no soy muy fan de bailar en público. O de bailar ante gente. O de bailar en general fuera de casa. (Y en casa tampoco, porque claro, trotando trotando y a los vecinos de abajo molestando, ¿sabes?)
La clase de bollyzumba estuvo bastante bien, aunque fue bastante apretadilla y hacía mucho calor. Si ya cuesta a veces mantener el ambiente fresco cuando somos pocos y bailamos suave, estar brincando durante una hora en una sala no ventilada a rebosar de gente no mejora la situación. Pero que no se diga.
Tuve un momento de crisis cuando a la profe se le fue la olla y decidió que era buena idea hacer burpees en medio de la coreo. Que, oye, vamos allá ya que nos ponemos, pero con la cara chorreando de sudor, las gafas iban bonicas saltando de un sitio para otro. Tuve que parar para quitármelas y dejarlas al lado del agua, y claro, eso es sortear gente y dar la nota. Y luego póntelas otra vez al acabar la clase. Con lo que me gusta llamar la atención.
El domingo al mediodía era la primera actuación. Ya empecé mal porque ropa de baile así molona como el resto de clase no tengo, así que fui con tejanos y una kurta blanca que nunca recuerdo que no debo ponerme de nuevo porque con el sudor transparenta horrores. Y, claro, como que bailar a pleno sol de mediodía en público no me hace sudar, no, qué va. Terminaba el look bollywood de mercadillo con unos tejanos y unas converse negras.
Hubo un cambio de planes, porque gente de mi clase por la mañana casi no vino, así que nos juntaron con otro grupo y bailamos otra canción, abriendo el espectáculo. GENIAL. Y como se supone que tenemos más experiencia (porque entré en este grupo en Febrero-Marzo, claro que tengo más experiencia que un grupo de gente bailando desde hace años) nos dijeron que nos pusiéramos delante. PUES ADIVINAD QUIEN EN UN ARREBATO DE LOCURA SE PUSO EN EL CENTRO DEL ESCENARIO, PRIMERA FILA. Sí, yo. Con dos cojones.
Hasta unos minutos antes de empezar la sala estaba completamente desierta. Normal, con la solana que caía nadie se exponía a quedarse allí en medio. Casi me da un chungo cuando de repente apareció una manada de gente. Vale, quizá no fuera tanta gente, pero pasar de nada a gente fue como un shock. A esas alturas ya tenía la espalda como el Salto del Ángel.
Y empieza la música, y todo pasa a segundo término, y empiezo a bailar. Y bueno, la cosa es ir haciendo, hasta que me emociono (es que la canción es de venirse arriba, y a mí no hace falta que me jaleen mucho) y ZAS! de un golpe mando las gafas a Parla a pasar el fin de semana. Casi hubiera preferido que cayeran más allá del escenario, porque aunque sea un topo invidente al menos me sabía la coreo y tenía suficiente percepción espacial del escenario para no espiñarme (que tuve mi momento de emoción, antes de mamporrear las gafas), al menos no molestarían a nadie. Quedaría como curioso, y un accidente así simpático (que me mortificaría, claro, negarlo es de estúpidos), y ya está. Pero no. Las gafas, en toda mi mala fortuna, fueron a parar a los pies de una compañera de segunda fila, que casi se descalabra para esquivarlas, y que por suerte compensó grácilmente. Así que ahí voy yo correteando a por las gafas y después enganchándome en la coreo cuando pude.
Comparado con este momento, el momento en que casi me despiño treinta segundos antes de golpear las gafas o el penúltimo paso en que casi me quedo en blanco y me paro en medio del escenario sin excusa aparente no me atormentan tanto. Me atormentan, claro, pero son más bien un preámbulo al "PERO ES QUE LO DE LAS GAFAS".
Mientras seguía la canción sólo podía pensar en "sonríe y acaba y que no se note que estás planeando desaparecer de la faz de la Tierra, y tampoco te obceques que no es el momento". Y, oye, casi funcionó. Hasta me duró unas pocas canciones de mis compañeros más. Y después hicieron el taller y me puse a darlo todo, porque total ya qué más daba, y me arrepiento de casi todo porque no hay nada peor que alguien poniendo caras bailando, o alguien que cree que hace las cosas bien y lleva una kurta que parece de papel mojado porque es blanca y suda a espuertas.
Que esa es otra, ole los cojones de los profesores haciendo el taller con las canciones normales y la gente que se las sabe bailándolas también en normal. Los que intentan bailar y no se las saben las hacen como las ven, es decir, reflejadas, así que la de equilibrios que tienen que hacer para seguir al profe y no comerse al de al lado cuando tocan desplazamientos es impresionante. Ya podrían los profes hacerlas en espejo y así los de abajo, tanto si se las saben como si no, van en la misma dirección. Y ole mis cojones por intentar hacerlo en espejo en las partes que se hacen de espalda, porque iba mezclando espejo con el derecho y parecía un patoso desmemoriado si se me veía desde fuera.
Muchos cojones fueron tenidos por todos este domingo pasado.
En general fue una actuación un poco raruna. Casi parece que con mis gafas torpedeadas gafé (JAJAJA) el espectáculo porque en cada canción hubo gente que o se olvidó de los pasos o que directamente mezcló canciones. Muy grande cuando al grupo de chicos le tocaba entrar en un mix y se adelantaron una canción porque habían cambiado el mix y ni las chicas ni los chicos se acordaron que usaban el nuevo; es lo que pasa cuando los dos empiezan igual.
La tercera actuación era por la tarde, pero tuve un terrible error de cálculo de distancias y no llegué a tiempo. Terrible del orden de media hora. Así que cuando me di cuenta que iba tarde (soberanamente tarde) avisé para que no contaran conmigo.
Mi esperanza era que la actuación de la tarde fuera mejor (es decir, que no perdiera el control, que no me cayera, que no me quedara en blanco o que no decidiera poner mis gafas en órbita geoestacionaria alrededor del planeta) y así pudiera tapar (que no borrar, porque de mi mente estas cosas no desaparecen) lo del mediodía, pero al no poder ir ahora estoy acompañado de este recuerdo de por vida.
De momento, de cada actuación que he hecho subido en un escenario tengo un recuerdo horripilante de algo que no debería haber hecho, y en todos casos el causante fue el mismo: perder el control. En el Holi fue el fin explosivo que sufrió mi compañera, en la actuación de hace unos domingos fue el parar a media coreo para sacarme el teléfono del bolsillo porque si no no podía bajar en uno de los pasos (admito que me dio miedo cascar el teléfono, aunque esté hecho de adamantium y mis piernas de gelatina no podrían hacerle daño de ninguna manera. La mente es así de irracional en momentos de #temsión y situaciones límite), y en ésta está mi disparo gafil y la ida de olla del taller.
Las gafas están bien. Me llevé las viejas, de metal, porque pesan más y me siento más seguro cuando bailo con ellas. Especialmente si voy a sudar. Y si ya sudo bailando, al Sol supuse que sudaría a espuertas. Al menos eso hice bien. Salvo cuando les di un golpe y las tiré a los pies de una compañera; eso lo hice mal. De todas formas no se hicieron nada, ni cristal ni montura recibieron daño. Hombre, han aguantado ocho años, por una ida de olla bollywoodiense ahora no van a caer.
Son buenas. No como yo.
Hay algo que me provoca pánico de bailar en público, y es mi capacidad de perder el control. Qué queréis que os diga, puedo hacerlo mal o puedo hacerlo peor, pero al menos lo doy todo. Y eso es lo que me preocupa, que cuando estoy bailando no es que me parezca mal, pero cuando para la música me asaltan toda la culpa y se me hace duro sentirlo como disfrutado. Así que no soy muy fan de bailar en público. O de bailar ante gente. O de bailar en general fuera de casa. (Y en casa tampoco, porque claro, trotando trotando y a los vecinos de abajo molestando, ¿sabes?)
La clase de bollyzumba estuvo bastante bien, aunque fue bastante apretadilla y hacía mucho calor. Si ya cuesta a veces mantener el ambiente fresco cuando somos pocos y bailamos suave, estar brincando durante una hora en una sala no ventilada a rebosar de gente no mejora la situación. Pero que no se diga.
Tuve un momento de crisis cuando a la profe se le fue la olla y decidió que era buena idea hacer burpees en medio de la coreo. Que, oye, vamos allá ya que nos ponemos, pero con la cara chorreando de sudor, las gafas iban bonicas saltando de un sitio para otro. Tuve que parar para quitármelas y dejarlas al lado del agua, y claro, eso es sortear gente y dar la nota. Y luego póntelas otra vez al acabar la clase. Con lo que me gusta llamar la atención.
El domingo al mediodía era la primera actuación. Ya empecé mal porque ropa de baile así molona como el resto de clase no tengo, así que fui con tejanos y una kurta blanca que nunca recuerdo que no debo ponerme de nuevo porque con el sudor transparenta horrores. Y, claro, como que bailar a pleno sol de mediodía en público no me hace sudar, no, qué va. Terminaba el look bollywood de mercadillo con unos tejanos y unas converse negras.
Hubo un cambio de planes, porque gente de mi clase por la mañana casi no vino, así que nos juntaron con otro grupo y bailamos otra canción, abriendo el espectáculo. GENIAL. Y como se supone que tenemos más experiencia (porque entré en este grupo en Febrero-Marzo, claro que tengo más experiencia que un grupo de gente bailando desde hace años) nos dijeron que nos pusiéramos delante. PUES ADIVINAD QUIEN EN UN ARREBATO DE LOCURA SE PUSO EN EL CENTRO DEL ESCENARIO, PRIMERA FILA. Sí, yo. Con dos cojones.
Hasta unos minutos antes de empezar la sala estaba completamente desierta. Normal, con la solana que caía nadie se exponía a quedarse allí en medio. Casi me da un chungo cuando de repente apareció una manada de gente. Vale, quizá no fuera tanta gente, pero pasar de nada a gente fue como un shock. A esas alturas ya tenía la espalda como el Salto del Ángel.
Y empieza la música, y todo pasa a segundo término, y empiezo a bailar. Y bueno, la cosa es ir haciendo, hasta que me emociono (es que la canción es de venirse arriba, y a mí no hace falta que me jaleen mucho) y ZAS! de un golpe mando las gafas a Parla a pasar el fin de semana. Casi hubiera preferido que cayeran más allá del escenario, porque aunque sea un topo invidente al menos me sabía la coreo y tenía suficiente percepción espacial del escenario para no espiñarme (que tuve mi momento de emoción, antes de mamporrear las gafas), al menos no molestarían a nadie. Quedaría como curioso, y un accidente así simpático (que me mortificaría, claro, negarlo es de estúpidos), y ya está. Pero no. Las gafas, en toda mi mala fortuna, fueron a parar a los pies de una compañera de segunda fila, que casi se descalabra para esquivarlas, y que por suerte compensó grácilmente. Así que ahí voy yo correteando a por las gafas y después enganchándome en la coreo cuando pude.
Comparado con este momento, el momento en que casi me despiño treinta segundos antes de golpear las gafas o el penúltimo paso en que casi me quedo en blanco y me paro en medio del escenario sin excusa aparente no me atormentan tanto. Me atormentan, claro, pero son más bien un preámbulo al "PERO ES QUE LO DE LAS GAFAS".
Mientras seguía la canción sólo podía pensar en "sonríe y acaba y que no se note que estás planeando desaparecer de la faz de la Tierra, y tampoco te obceques que no es el momento". Y, oye, casi funcionó. Hasta me duró unas pocas canciones de mis compañeros más. Y después hicieron el taller y me puse a darlo todo, porque total ya qué más daba, y me arrepiento de casi todo porque no hay nada peor que alguien poniendo caras bailando, o alguien que cree que hace las cosas bien y lleva una kurta que parece de papel mojado porque es blanca y suda a espuertas.
Que esa es otra, ole los cojones de los profesores haciendo el taller con las canciones normales y la gente que se las sabe bailándolas también en normal. Los que intentan bailar y no se las saben las hacen como las ven, es decir, reflejadas, así que la de equilibrios que tienen que hacer para seguir al profe y no comerse al de al lado cuando tocan desplazamientos es impresionante. Ya podrían los profes hacerlas en espejo y así los de abajo, tanto si se las saben como si no, van en la misma dirección. Y ole mis cojones por intentar hacerlo en espejo en las partes que se hacen de espalda, porque iba mezclando espejo con el derecho y parecía un patoso desmemoriado si se me veía desde fuera.
Muchos cojones fueron tenidos por todos este domingo pasado.
En general fue una actuación un poco raruna. Casi parece que con mis gafas torpedeadas gafé (JAJAJA) el espectáculo porque en cada canción hubo gente que o se olvidó de los pasos o que directamente mezcló canciones. Muy grande cuando al grupo de chicos le tocaba entrar en un mix y se adelantaron una canción porque habían cambiado el mix y ni las chicas ni los chicos se acordaron que usaban el nuevo; es lo que pasa cuando los dos empiezan igual.
La tercera actuación era por la tarde, pero tuve un terrible error de cálculo de distancias y no llegué a tiempo. Terrible del orden de media hora. Así que cuando me di cuenta que iba tarde (soberanamente tarde) avisé para que no contaran conmigo.
Mi esperanza era que la actuación de la tarde fuera mejor (es decir, que no perdiera el control, que no me cayera, que no me quedara en blanco o que no decidiera poner mis gafas en órbita geoestacionaria alrededor del planeta) y así pudiera tapar (que no borrar, porque de mi mente estas cosas no desaparecen) lo del mediodía, pero al no poder ir ahora estoy acompañado de este recuerdo de por vida.
De momento, de cada actuación que he hecho subido en un escenario tengo un recuerdo horripilante de algo que no debería haber hecho, y en todos casos el causante fue el mismo: perder el control. En el Holi fue el fin explosivo que sufrió mi compañera, en la actuación de hace unos domingos fue el parar a media coreo para sacarme el teléfono del bolsillo porque si no no podía bajar en uno de los pasos (admito que me dio miedo cascar el teléfono, aunque esté hecho de adamantium y mis piernas de gelatina no podrían hacerle daño de ninguna manera. La mente es así de irracional en momentos de #temsión y situaciones límite), y en ésta está mi disparo gafil y la ida de olla del taller.
Las gafas están bien. Me llevé las viejas, de metal, porque pesan más y me siento más seguro cuando bailo con ellas. Especialmente si voy a sudar. Y si ya sudo bailando, al Sol supuse que sudaría a espuertas. Al menos eso hice bien. Salvo cuando les di un golpe y las tiré a los pies de una compañera; eso lo hice mal. De todas formas no se hicieron nada, ni cristal ni montura recibieron daño. Hombre, han aguantado ocho años, por una ida de olla bollywoodiense ahora no van a caer.
Son buenas. No como yo.