![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png){kind=small}
sam_blueskyAl final, y en contra de la voz de la razón (en este caso, entonada por leydhen), decidí hacer un Red Velvet normal.
Total, el bizcocho ya lleva suficiente chocolate, así que para qué duplicarlo. Quizá sea pasarse.
(Aunque no lo parezca, soy de los que creen que nunca hay suficiente chocolate, pero preparar la trufa me dio como pereza. Y no tenía la cabeza para tareas laboriosas.)
(Hacer trufa es en realidad muy simple, pero ni para eso estaba.)
(La cabeza me estaba matando, en serio.)
Así que me puse a hacer el bizcocho. Fui siguiendo la receta, paso a paso, con el engordinator dándolo todo, y justo antes de echar la harina y el cacao tuve una duda trascendental: ¿le había puesto la levadura?
Una persona normal habría mirado a su alrededor en busca del sobre de levadura. Si lo encontraba vacío, es que la había echado; si lo encontraba sin abrir / lleno, es que no la había echado. Pero yo no soy normal, más bien todo lo contrario, así que entré en pánico.
Que es una tontería, porque total a la harina no le pasa nada por esperar dos segundos para ser echada mientras miro en el mármol o echo un ojo por encima al cubo de basura, pero para qué usar el sentido común.
(Si ya os digo yo que no tenía la cabeza para escribir haikus.)
Así que cojí un sobre de levadura de la caja y vacié su contenido en el bol donde estaba mezclando. Tiré el sobre vacío a la basura y empecé a mezclar la levadura con la masa, tan feliz. Añadí la harina y el cacao, y como me estaba quedando más espeso de lo habitual (suelo hacer el bizchoco chocolateado con chocolate fundido, no con cacao en polvo) le añadí un poco de leche para ver si la cosa era más manejable. (Nota: casi no se notó.) Con la masa lista en el molde bien untado de mantequilla y harina, puse todo en el horno y empecé a recoger la cocina.
Entonces lo vi. Oculto tras el bote de cacao en polvo: un sobre vacío de levadura. Miré a la basura: otro sobre vacío de levadura.
Fue la hora más inquietante que he vivido cocinando. Porque, recordemos, mi horno no tiene bombilla, así que iba aciegas oscuras. ¿Qué pasaría? ¿Crecería todo de forma uniforme y tendría un bizcocho superalto? ¿Me saldría un engendro del Abismo que intentaría sorberme el alma? Esto era sin duda la forma que tenía el KosMos de equilibrar el karma por la vez que me olvidé poner levadura y en lugar de magdalenas hice bollos chinos luchadores.
Al sacar el bizcocho me encontré con una seta. Una. Seta. Si la masa hubiera sido algo más ligera, me habría salido una semiesfera perfecta. Lo juro.
He podido aprovechar una parte del bizcocho, pero no suficiente para hacer un Red Velvet. Tengo uno de los pisos, al menos por ahí me salvo. El resto lo he puesto en un plato, para ir comiéndolo poco a poco. Eh, ha llegado hasta hoy, eso para mí es ir poco a poco. Claro que era más de la mitad del bizcocho, lo que había en el plato. Ni yo me odio tanto como para comerme un bizcocho entero en una sentada.
He guardadito en la nevera la parte salvable, bien envuelta con film y remojadita en almíbar. Entre hoy y mañana haré otra vez un Red Velvet.
Esta vez, como la receta del bizcocho ya está probada en el nuevo horno (salvo por el accidentillo de la doble levadura), voy a experimentar con las harinas y mezclar harina de trigo con maizena. Que dicen que es más ligera y hace el bizcocho más esponjoso. Voy a probar con una proporción 80%-20% a favor de la harina de trigo, a ver qué tal queda.
Y posiblemente le añada leche, que con el cacao en polvo me queda una masa que cualquiera la mueve. Hasta el engordinator estuvo apuradillo al final. Y mira que el engordinator me poma la mantequilla recién sacada de la nevera, si quiere.
leydhen), decidí hacer un Red Velvet normal. Total, el bizcocho ya lleva suficiente chocolate, así que para qué duplicarlo. Quizá sea pasarse.
(Aunque no lo parezca, soy de los que creen que nunca hay suficiente chocolate, pero preparar la trufa me dio como pereza. Y no tenía la cabeza para tareas laboriosas.)
(Hacer trufa es en realidad muy simple, pero ni para eso estaba.)
(La cabeza me estaba matando, en serio.)
Así que me puse a hacer el bizcocho. Fui siguiendo la receta, paso a paso, con el engordinator dándolo todo, y justo antes de echar la harina y el cacao tuve una duda trascendental: ¿le había puesto la levadura?
Una persona normal habría mirado a su alrededor en busca del sobre de levadura. Si lo encontraba vacío, es que la había echado; si lo encontraba sin abrir / lleno, es que no la había echado. Pero yo no soy normal, más bien todo lo contrario, así que entré en pánico.
Que es una tontería, porque total a la harina no le pasa nada por esperar dos segundos para ser echada mientras miro en el mármol o echo un ojo por encima al cubo de basura, pero para qué usar el sentido común.
(Si ya os digo yo que no tenía la cabeza para escribir haikus.)
Así que cojí un sobre de levadura de la caja y vacié su contenido en el bol donde estaba mezclando. Tiré el sobre vacío a la basura y empecé a mezclar la levadura con la masa, tan feliz. Añadí la harina y el cacao, y como me estaba quedando más espeso de lo habitual (suelo hacer el bizchoco chocolateado con chocolate fundido, no con cacao en polvo) le añadí un poco de leche para ver si la cosa era más manejable. (Nota: casi no se notó.) Con la masa lista en el molde bien untado de mantequilla y harina, puse todo en el horno y empecé a recoger la cocina.
Entonces lo vi. Oculto tras el bote de cacao en polvo: un sobre vacío de levadura. Miré a la basura: otro sobre vacío de levadura.
Fue la hora más inquietante que he vivido cocinando. Porque, recordemos, mi horno no tiene bombilla, así que iba a
Al sacar el bizcocho me encontré con una seta. Una. Seta. Si la masa hubiera sido algo más ligera, me habría salido una semiesfera perfecta. Lo juro.
He podido aprovechar una parte del bizcocho, pero no suficiente para hacer un Red Velvet. Tengo uno de los pisos, al menos por ahí me salvo. El resto lo he puesto en un plato, para ir comiéndolo poco a poco. Eh, ha llegado hasta hoy, eso para mí es ir poco a poco. Claro que era más de la mitad del bizcocho, lo que había en el plato. Ni yo me odio tanto como para comerme un bizcocho entero en una sentada.
He guardadito en la nevera la parte salvable, bien envuelta con film y remojadita en almíbar. Entre hoy y mañana haré otra vez un Red Velvet.
Esta vez, como la receta del bizcocho ya está probada en el nuevo horno (salvo por el accidentillo de la doble levadura), voy a experimentar con las harinas y mezclar harina de trigo con maizena. Que dicen que es más ligera y hace el bizcocho más esponjoso. Voy a probar con una proporción 80%-20% a favor de la harina de trigo, a ver qué tal queda.
Y posiblemente le añada leche, que con el cacao en polvo me queda una masa que cualquiera la mueve. Hasta el engordinator estuvo apuradillo al final. Y mira que el engordinator me poma la mantequilla recién sacada de la nevera, si quiere.
